Guía Para Disfrutar de la Dominación Femenina-Akasha

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julio 28, 2011 por tecladistasinley

I. INTRODUCCIÓN
Sobre la dominación femenina
He estado leyendo últimamente muchos libros y artículos sobre dominación femenina. Quizá no esté leyendo los apropiados, pero, como mujer experimentada en este campo, considero que estos libros no suelen ser más que manuales de instrucciones alejados de las preocupaciones de cualquier principiante. La mejor analogía que se me ocurre sería compararlos con los libros que tratan acerca del sexo. Y serían descritos adecuadamente si los consideráramos como manuales sobre cómo practicarlo en lugar de sobre cómo disfrutarlo.

¿Entiendes lo que quiero decir? No obstante, si nos centramos en el terreno de la dominación femenina, los encasillaríamos en el subapartado sobre “cómo conquistar a tu pareja pretendiendo dominarle cuando en realidad estás haciendo lo que él desea”.
¿Dónde hay libros y textos que enseñen a las mujeres a disfrutar de la dominación femenina? Desde luego que hay una audiencia para estos “manuales de instrucciones”, que resultan apropiados para
mujeres que buscan una aproximación práctica a la dominación con el fin de complacer a sus parejas, en las que ellos no parecen muy preocupados por si ellas desean realmente hacerse con el control.

Quizás, con el tiempo, la mujer pueda acabar, casi accidentalmente, disfrutando de la dominación, pero probablemente sería una excepción a la regla. Y sí, siempre resulta útil una buena guía práctica sobre cómo utilizar las técnicas y los utensilios para dominar, especialmente cuando nos referimos a todo lo que atañe a la seguridad. Pero continúo pensando que por muy bien que expliques los distintos modos de atar o humillar a la pareja, o qué lencería escoges para tu hombre, nada tiene mayor interés si la mujer no encuentra pasión alguna en la dominación. Este parece ser el capítulo que se hecha en falta en estos libros.
He visto algunos trabajos que se aproximan a la cuestión con el típico apartado: “¿Qué hay de bueno para ti en la dominación?”

Normalmente apelan al lado femenino de la mujer que busca ser amada, respetada y obedecida. Bien, pero las mujeres pueden obtener eso de una relación tradicional. Algunas veces destacan que las mujeres pueden disfrutar de que las atiendan y las mimen, incluso disponer de una criada gratis si así se lo plantean. Te aseguro que no realizará a ninguna de ambas partes el que ella vea el asunto como un servicio doméstico gratuito. Si un hombre tiene un intenso deseo de ser sometido, entonces no importa cuántos libros lea ella, cuantas veces se vista para él, o cuán severa parezca cuando señale al suelo dándole un cepillo de dientes a la par que en su cabeza repite una y otra vez: “piensa en esto como si fuera un servicio gratuito de limpieza”. Si ella no lo siente, la escena siempre terminará prematuramente.

¿Dónde están entonces los artículos que le enseñarán cómo disfrutar de la dominación femenina, en sus formas más auténticas? No sobre cuál será el resultado final, sino sobre lo excitante y emocionante que puede llegar a ser la experiencia. Dónde están los libros que le mostrarán esa
nueva pasión que no sabía que existiera, para que un día pueda, en lugar de temer que él saque a colación el asunto, echarlo de menos. Si alguna vez escribiera un libro, ese sería el que me gustaría escribir, sin duda. No quiero enseñarles a las mujeres cómo dominar a los hombres; quiero enseñarles a disfrutar de ello.

Una anécdota: la mayoría de las mujeres pueden disfrutar de la dominación ¿Así que cómo se enseña a alguien a tener sentimientos y deseos que apenas puede identificar y definir? Imagínate tratando de enseñarle a alguien cómo disfrutar de tu comida preferida. El hecho
es que cierta gente no la disfrutará jamás. Punto. No es para ellos. Pero creo firmemente que introducido a unas pocas parejas tradicionales en algunos juegos básicos de dominación, y les encantaron y los disfrutaron. La diferencias es que les presenté el asunto de una manera natural, de una forma en la que no sintieron la presión de tener que complacer a alguien (más allá de ellas mismas), y lo hice amoldándolos para que encajaran con sus deseos, no con los de su pareja.
Hace unos cuantos años, estaba con una buena amiga mía, muy tradicional, en una fiesta, y quedó claro, después de nuestra charla, que cualquier perversión tendería en su caso más a la sumisión que
a los juegos de dominación.

A ella le gustaban los hombres dominantes, los que toman la iniciativa
en el sexo, y su cabeza estaba llena de prejuicios acerca de la dominación femenina (el típico collar de perro, hombres a cuatro patas ladrando como si fueran perros, y una mujer diciendo: “no sirves
para nada”; desde luego, no mostraría ningún respeto por cualquier hombre que permitiera a una mujer hacerle eso).
Había un hombre en la fiesta con el que mi amiga había comenzado a salir. Habían estado flirteando, y ambos conocían mis tendencias dominantes. Les sugerí que fuéramos a un lugar más privado, e introduje a mi amiga, Janie, en algunas características de los juegos de dominación.

Obviamente, Todd estaba encantado con la idea, así que, después de unas bromas, nos retiramos a una habitación privada.
Cuando consideré la posibilidad de abordar este asunto con Janie, mi mente retrocedió a lo que me había hecho iniciarme en el sadomasoquismo. Nací para esto, lo sé, ¿pero por qué? ¿Cuáles fueron mis apetencias más tempranas? La verdad, cuando tenía quince años me daban vergüenza y me desagradaban los típicos retratos sadomasoquistas en libros o en películas.

Como Janie, encontraba risible y vergonzoso que un hombre se arrastrara a cuatro patas tirado por una correa. La expansión del deseo, la atracción por los útiles, y la querencia por traspasar los límites… todo llegó con el tiempo. Acercarse a la dominación esperando disfrutar de tales extremos es ridículo. No resulta extraño que tantas mujeres se enfríen ante las perspectivas de sus ansiosos compañeros; su primera
experiencia es a veces tan extrema como algunos de los relatos que ellos suelen leer en revistas pornográficas y, creerme, son sólo para gente ya muy experimentada y en busca de situaciones extremas. En cambio, yo pretendía introducir a Janie de la forma más natural, más básica, en la
dominación y la sumisión. Quería que fuera sutil, sensual y erótico.
Le dije a Todd que se sentara, que mantuviera las manos quietas, y que no interrumpiera. Estaba deseando ver qué iba a pasar y comportarse apropiadamente. Mientras tanto, me senté con Janie y hablamos suavemente para que no nos oyera. Le pregunté qué encontraba atractivo de él; se rió un poco y me dijo unas cuantas cosas, que iban desde sus ojos a sus fuertes brazos o a su boca. De hecho, le encontraba muy atractivo. Le pregunté si quería besarle.

Entonces, me corregí a mí misma, y le dije si deseaba que la besara. Después de todo, estaba acostumbrada a que los hombres
tomaran la iniciativa.
“Claro que me gustaría”, dijo. Estaría encantada de que la besara.
“Ven aquí”, le dije a Todd. Comenzó a ponerse de pie, pero levanté la mano para indicarle que se detuviera. “Despacio, mírala, mírala a los ojos”. Sonrió, disfrutando de ser el centro de atención.
Mientras se acercaba, observé como ella juntaba sus piernas con sus manos entre ellas, excitada. La forma en la que él se aproximaba y la inminente cercanía la excitaban.
“¿Quieres besarla?”, le pregunté.
“Sí”, contestó. Sonriendo mientras se acercaba a nosotras. Con un gesto, le indiqué que se pusiera de rodillas, pero sin darle mayor importancia al asunto. Quería que todo resultara sutil para Janie.

“¿Por qué quieres besarla, Todd?”, le pregunté. Con la mirada fija en sus ojos, colocó sus manos sobre las rodillas de Janie. Suavemente, me incliné y retiré sus manos del cuerpo Janie, procurando
no provocar la menor distracción.
“Porque… es hermosa”, me dijo.
“No me lo digas a mí, díselo a ella”, respondí.
“Janie, eres hermosa. Quiero besarte”.
“Dile cómo te gustaría besarla, dile por qué debería dejarte besarla”, dije yo.
Todd se mojó los labios, observó la cara de Janie y trató de hallar las palabras adecuadas. A mi lado,
podía sentir a Janie completamente quieta. Me preguntaba si se estaba excitando tanto como yo.
¿Ves? Esto es pura y hermosa sumisión. En su forma más básica. Tood estaba pidiendo su afecto y
su atención. Necesitaba algo. Estaba de rodillas, modoso, sin siquiera tocarla, pero mirándola con
ansiedad. Seguro que a esas alturas ella ansiaba ese beso más que nada, pero ya estaba seguro de
que lo obtendría. No existía la duda adolescente de si el beso llegaría o no. Nada de subterfugios, ni
de acercar su cara a la de él; ella tenía el control, y se sentía cómoda y contenta por tenerlo.
“Quiero comenzar besándote suavemente. Quiero… quiero posar mi boca sobre la tuya con
suavidad. Y luego… luego”. Todd titubeaba. Como la mayoría de los hombres, no era capaz de
expresar la sensualidad con palabras. Pero no importaba; su ansiedad y el estarse abriendo le
estaban acercando a ella.
“¿Quieres que te bese ya, Janie?” Pregunté.
Se rió ligeramente, y dijo: “Me gustaría dejarle esperando un poquito”.
Todd protestó un poco y elevó sus manos hasta posarlas sobre las rodillas de Janie, tratando de acariciarlas afectuosamente. Una vez más, se las retiré; pero en esta ocasión le dije: “Por qué no pones las manos a la espalda. Janie no quiere que la distraigas con ellas. En este momento, estamos concentradas en tus ojos y en tu boca”.
“Mmmmmmm”. Murmuró Janie, asintiendo mientras clavaba en él su vista.
“Y quizá en un momento ella te dirá dónde colocar tus manos. Te gustaría, verdad.
La respiración de Todd se aceleraba: “Si… si. Necesito ese beso ya, por favor”.
Janie se volvió hacia mí. Estaba lista. “Un momento”, sonreí. “Mírale, Janie”. Se volvió mirándole,y pude darme cuenta de lo excitada que estaba. “¿Qué acabas de decir, Todd?, le pregunté.
“Por favor… por favor, ¿puedo besarte, Janie?”
“¿Será un buen beso?” pregunté.
“Sí”, afirmó.
Janie comenzaba a situarse: “¿Muy bueno?”, le preguntó.
“El mejor beso que te hayan dado jamás”.
“Déjale que te bese en la mejilla”, le dije a Janie, “y veremos si se merece un auténtico beso o no”.

No hace falta decir que Todd la besó. Se ganó el beso y la posibilidad de acariciar las rodillas de Janie. Pese a que la escena pueda parecer infantil para los iniciados en el sadomasoquismo, el objetivo no era que ella aprendiera a disfrutar de torturar a Todd, a colocarle un cinturón de castidad o a atarle y azotarle. La cuestión era que disfrutara de la sensación de la dominación por medio de la provocación, que sintiera cómo controlaba algo que la hacía disfrutar. No pretendía que jugara un
rol que le era absolutamente ajeno.

Hay una herramienta que considero esencial para cualquier expresión de la dominación. Y es el deseo de dominar, y sentirse cómoda haciéndolo. Este es ese capítulo que falta en los libros de los
que hablaba. Pero el camino para lograr ese deseo, y para sentirse cómoda con él, es distinto para cada mujer. Desafortunadamente, son muchas las mujeres que se desilusionan con la dominación
según comienzan a explorarla como posibilidad. Probablemente, porque alguien les haya sugerido esa posibilidad, alguien ha dirigido sus expectativas, y esa haya sido la única causa que ha llevado a
la mujer en esta dirección. Provocando que su objetivo sea complacer a su pareja y arruinando la posibilidad de una auténtica dominación.

Creo que para que una mujer se sienta a gusto con la dominación debería centrarse en que el principal placer de la dominación sea para ella; luego, para su pareja. No importa si la diferencia es
sólo entre el 51 y el 49%, debe reservarse esa preeminencia. Con algunos hombres, cuanto más incline esa balanza a su favor, mayor placer obtendrán ellos.

Pienso que la mayoría de los hombres sumisos tienen deseos que pueden situarse en un eje de coordenadas x e y. Si el eje x fuera el de los fetiches y el y fuera la dominación de ella, podríamos
trazar sus deseos en dos direcciones: una se refiere al énfasis que el sumiso pone en satisfacer sus propios deseos; el más sumiso que tiene bastantes y muy específicos fetiches (por ejemplo, desea
ser obligado a adorar los pies, quiere ser vestido con ropas de mujer, o busca algún tipo concreto de dolor) se sitúa muy alto en el eje x. Si realmente no le preocupa mucho lo que la mujer disfruta
siendo dominante, su posición en el eje y será baja. En este caso, se contentará con ser sometido por una mujer que se informó sobre las técnicas de la dominación y escenifica sus fantasías.
Sin embargo, son muchos los hombres que necesitan que su pareja disfrute con su sumisión.

Algunos se conforman con que lo disfrute aunque sea mínimamente; otros desean que se entusiasme con la dominación. La importancia que le concedan al disfrute de la mujer puede medirse en el eje
y. Si los actos que él debe realizar para el placer de ella no forman parte de sus propias fantasías, la posición en el eje x (fetiches) puede ser baja. Personalmente, encuentro a estos sumisos como los
más fáciles de dominar, ya que mi deseo de hacerlo es alto, y prefiero no tener que vérmelas con demasiadas fantasías propias y excesivamente fijadas.

Ahora bien, un sumiso con una elevada pulsión por los fetiches y con un alto deseo de ser sometido por una mujer que disfrute del rol de dominante es, en mi opinión, el tipo más difícil de satisfacer.
No solo posee una larga lista de fetiches a satisfacer, sino que además busca una mujer muy dominante que los ponga en práctica y los disfrute tanto o más que él mismo. Creo que estos hombres prolongarán su búsqueda durante mucho tiempo, y quizás debieran reconsiderar sus
expectativas en alguna de las dos áreas.

Para ayudar a que las mujeres aprendan a disfrutar de la dominación, mi objetivo es situarlas más arriba en el eje y, aunque sea tan sólo un poco. Desgraciadamente, cuando las mujeres inician la
exploración de su dominación ya han sucedido normalmente varias cosas negativas que dificultaran su desarrollo. Primero, probablemente su pareja les haya presentado su listado de pretensiones.
Después de todo, muy pocos hombres sugerirán a la mujer que se limite a experimentar con el polivalente concepto que encierra el término dominación.

El hombre ha podido sugerir el bondage, o que se le controle la eyaculación. Incluso he escuchado de algunos que proponen la utilización de un consolador-arnés a mujeres que jamás habían considerado la posibilidad de abordar un juego de dominación. Estas actitudes dirigen las expectativas de las mujeres en una dirección, sea o no esa la
intención de ellos. Ahora sabe lo que se espera de ella, y sabe también que en el fondo lo que desea es complacer a su compañero. Los roles se han invertido: ella está buscando aprobación y experimenta el miedo al fracaso.

Segundo. En muchos casos, el sumiso puede intimidar a su pareja, sin darse cuenta, con las herramientas que elige para acercarla a sus fetiches. Quizá le mostró algunas revistas con esas
dominantes vestidas como diosas de latéx, o con utensilios que atemorizan a su compañera: fustas,pinzas, grilletes… ¿Qué hacer entonces? Mi consejo a la mujer que esté leyendo esto porque su
pareja le mencionó el asunto es: olvídate de todo lo que él te ha dicho que quiere que le hagas. Si quiere que le domines, todo empieza contigo misma.

Si él pretende realizar alguna fantasía o fetiche específico, creo que debéis hablarlo tranquilamente.
Si su obsesión por alguna cosa concreta es superior a su deseo de verte disfrutar verdaderamente de la dominación, deberías considerar el esfuerzo que necesitarás para hacerlo, y acordar la frecuencia
con que podría realizarse. Como si fuera proporcionar sexo oral o cualquier otra variedad habitual de la sexualidad. Si te resistes a satisfacer los fetiches que el demanda, necesitas tener una conversación más seria con él y encontrar un camino para alcanzar un compromiso. ¿Si odias masturbarle, pero él cree que resulta fundamental para su sexualidad, sería justo no permitirle nunca más ese placer?

Si quiere que disfrutes de la dominación, entonces debe estar dispuesto a sacrificarse por ti. Y lo primero que debe hacer es dejarte tranquila, esto es, no volver continuamente al mismo tema,guardar las revistas y utensilios que tenga en el cajón, bajo llave, y dártela a ti, dejar de conectarse a Internet en busca de páginas de dominación femenina o renunciar a los chats con Amas virtuales.

Abandonar las presiones y las indirectas. Debe darte tiempo para que encuentres tu propia manera de dominar. Su primer acto de sumisión debería consistir en concederte el tiempo y el espacio que
necesitas. Dile que necesitas un mes. En ese momento, podría estar preocupado por dónde se está metiendo. Después de todo, podría no ser justo que deje a un lado cada una de sus fantasías por el
hecho de que vayas a dominarle. Primero y fundamental, debe asumir una cosa: nunca estarás cómoda con la dominación si tienes en frente un listado con sus pretensiones.

Si él sólo desea satisfacer sus fetiches, pues que vuelva al plan A y acepte que realices determinadas actividades sin mayor pasión, pero que no se queje de tu falta de entusiasmo o compenetración con
el asunto. Si pretende que llegues a disfrutar de la dominación, que te permita encontrar tu propia manera de apasionarte y después desarrollarla. Con el tiempo, paciencia y estímulo, llegará el
momento en que sus fantasías y fetiches puedan llegar a surgir en la relación. Pero debo enfatizar este punto: el primer paso hacia la dominación consiste en sentirse liberada de expectativas y
pretensiones. Debe dejarte que lo hagas a tu manera. Además, ¿no es a él a quien le gustan las cosas “raras”? Te resultará difícil dejar a un lado las ideas preconcebidas sobre el sadomasoquismo.

Como estoy metida en este asunto desde que puedo recordar, he tenido la fortuna de haber podido desarrollar mis propias pasiones, aunque haya sido mínimamente, antes siquiera de saber que se trataba de sadomasoquismo. Comencé a construir mis propios juegos de dominación antes de haber leído una revista erótica, de haber visto una dómina o de haber leído una noticia sobre algún acto sadomasoquista en la prensa. Ya jugaba a la dominación antes de haber tenido relaciones sexuales,
de haber tenido un orgasmo o de haber besado a un chico. Bueno, creo que empecé con los juegos al mismo tiempo que lo hacía con los besos. Jamás un chico me dijo, tras algunas citas o cuando la relación estaba más consolidada, algo del estilo de “Oye, me gusta el morbo, ¿bailarías desnuda con un pez en la cabeza?”

Utilizo este estúpido ejemplo porque imagino lo ridículo que te habrán sonado algunas cosas. Como si te gustara mucho un chico, y de pronto él te propone algo completamente alejado de lo que a ti te gusta… y espera, simplemente, que lo hagas. Sin ni siquiera reírse. No tienes que bailar desnuda con un pez en la cabeza. Todo lo que tienes que hacer es darle una oportunidad al asunto, pero hacerlo a tu manera. Probablemente, comienzo a parecer un disco rayado de tanto repetir lo mismo,
pero es hora de que empieces a ser consciente de cómo te sientes realmente acerca de la dominación.

La esencia de la dominación

Creo que muchas mujeres se ponen nerviosas y se muestran inseguras cuando piensan en la dominación. Disponer de todo el control asusta. Significa que él espera que todo lo hagas tú.
Significa que tu controlas todo y tomas las decisiones. Significa que te falta libertad, porque lo que hagas estará estrechamente vigilado por él. Sin embargo, es al contrario; no lo mires de esa manera.

Quizá con el paso del tiempo te encantará disponer ese control de la situación; por ahora, es excesivo e intimidatorio. Encáralo desde otra perspectiva: no hay presión, porque no hay manera de hacer las cosas mal. Todo lo que necesitas es complacerte a ti misma. Y antes de que digas “me complacería más no tener que hacer nada de esto”, recuerda que hemos dejado de considerar la propuestas de tu pareja, sino que nos centramos en las cosas que a ti te exciten. Así que ahora estamos en la parte estimulante, ¿qué cosas te excitan de tu pareja?

Doy algunas cuestiones por sentadas. Primero, asumo que lleváis una vida sexual sana e intensa. Si tienes asuntos pendientes en la intimidad y con la pasión sexual, trata de resolverlos antes de añadir
cualquier nuevo elemento a la relación. Segundo, doy por asumido que estás dispuesta a darle al menos una oportunidad a la posibilidad de la dominación; de lo contrario, no estarías leyendo este
texto. Con estos supuestos, creo que deberías comenzar por analizar los siguientes ejemplos de dominación, que probablemente se hayan producido a lo largo de tu vida. Puede que los estés disfrutando sin siquiera ser consciente. ¿Tienes una vena dominante?

¿Disfrutas cuando te pones nueva ropa y notas cómo te mira él? ¿Recuerdas la emoción de los momentos en que él comenzó a
cortejarte, cómo te dabas cuenta por la manera en que actuaba de si él estaba excitado? Aún no he conocido una mujer que no se excite siquiera un poco cuando se viste para salir y percibe que su pareja le clava la mirada con lujuria, cuando él te susurra al oído lo guapa que estás o lo difícil que le resulta aguardar a que estéis solos. ¿Cómo no van a hacerte sentir bien esas cosas?

¿Y qué hay de cuando, follando apasionadamente, le haces algo que sabes que le vuelve loco? ¿Cómo te sientes cuando está a punto de explotar y sabes que podrías controlarle si quisieras, como cuando le proporcionas sexo oral o en mitad de la penetración? ¿Cómo no vas a sentirte bien?

Algo más abstracto: ¿alguna vez ha hecho algo por ti que sabíais que a él no le gustaba, pero que de todas maneras accedió a hacer? Quizás una tarea que no quería hacer pero que te había prometido, y que,
aunque le molestara, la hizo para mantener su palabra y sin protestar. ¿Cómo te sentiste? Piensa incluso en tus primeros amores en el colegio o en la universidad.

Tus primeros amores de verdad. ¿Alguna vez tuviste una experiencia con un chico, del que estuvieras locamente enamorada o te excitara sobremanera, que fuera ese tipo de hombre fuerte pero a la vez tímido? Quizá estuviste saliendo un buen tiempo, y tuviste unas cuantas peleas. Quizá rompisteis unas cuantas veces. ¿No hemos tenido todas este tipo de relaciones? ¿Recuerdas cuando tu novio te llamó y se puso a llorar
porque decía que te amaba demasiado como para perderte? ¿Te hizo llorar a ti también? ¿Recuerdas la primera vez que un chico te expresó sus sentimientos, y tú supiste que eso le hacía vulnerable y le
asustaba, pero de todos modos lo hizo porque no quería perderte? Es increíble pensar que los hombres puedan comportarse de esa manera. Te hacía sentirte bien, porque nos gusta ser amadas y apreciadas, y revelaba que estaba dispuesto a prescindir de toda la mierda machista porque te quería, y tú le querías a él.

Todos son ejemplos de dominación y devoción que no están en ninguno de esos libros a los que nos referíamos. Son cosas que nos hacen sentirnos bien como mujeres, tanto en el aspecto emocional como en el sensual. Pero no son morbosas ni requieren de ninguna clase de ropa o utensilios
especiales. Las emociones que sentimos en este tipo de situaciones son a veces verdaderamente intensas, aunque no son emociones que experimentemos cada día. Piensa en ejemplos de tu propia vida que se relaciones con la clase de situaciones que he descrito. ¿No te sentías como en un pedestal? Esa ocasión en que usaste aquel conjunto provocativo, ¿no tenías la impresión de que podías conquistar el mundo? La vez en que tu primer novio derramó lágrimas de devoción por ti,
¿no resultó más romántico que si te hubiera regalado un centenar de rosas?

Cuando practicamos sutiles juegos de dominación, provocamos esas mismas emociones. Jugamos con la sensualidad, el control del placer, la demostración de la devoción y el deseo de servir.
Cuando tu pareja te dice que le gustaría que le ates y te diviertas con él, sólo está utilizando una terminología marcada. Lo que realmente desea hacer es lo mismo que tú haces en la cama cuando sabes que puedes hacerle eyacular en el momento en que quieras, quiere saber que tú lo sabes, y quiere que lo disfrutes. La próxima vez que te encuentres en esa situación, detente un momento,mírale a los ojos y dile: “Puedo controlar que tengas o no un orgasmo en este momento”. Se
quedará sin habla.

Cuando dice que desea ser provocado y torturado, no comiences a pensar en látigos, cadenas o en tener que vestirte como esas diosas de látex de las revistas. Piensa en la última ocasión en la que te pusiste un vestido sexy para salir y el no podía apartar los ojos de ti. Piensa en qué hubiera sucedido si le hubieras pasado una nota en un servilleta en la que dijera: “No puedes apartar tus ojos de mí,
¿verdad?”. De nuevo: todo lo que estás haciendo es reconocer el efecto que provocas y disfrutarlo.

Créeme, se hubiera puesto como una moto.
Espero a esta altura haber comenzado a cambiar tus prejuicios sobre los estereotipos del sadomasoquismo, y ayudado a que puedas integrar los juegos de dominación en tu relación. Lo que espero que ocurra es que descubras que disfrutas de las sensaciones que tienes cuando inicias esa
experiencia, y entonces querrás llevarla un poco más lejos. De ninguna manera debes sentirte urgida o sentir que tus actos son tan sutiles que resultan insuficientes. Si alguna vez comienzas a pensar
cosas como estas, repiénsatelo y recuerda la primera regla: tú eres la que controla el escenario,debes medir el éxito atendiendo a tu propio placer, no a sus expectativas. La única cosa que debes a
tu pareja, durante esta etapa, es honestidad sobre cuáles son tus sentimientos.

Cuando hagas cualquiera de estas cosas y él te meta prisa, díselo. Incluso si piensas que lo sabe, verbalízalo en cualquier caso. Cuanto más sepa que estás adoptando incluso los más sutiles tipos de dominación en la relación, más estimulado estará para evitar presionarte o sentirse impaciente.

Información recopilada del blog de Ana Serantes

5 pensamientos en “Guía Para Disfrutar de la Dominación Femenina-Akasha

  1. anonimo dice:

    Muchas gracias por el artículo.
    Es muy difícil encontrar opiniones realistas, cariñosas y sinceras como ésta sobre la dominación femenina.

  2. Lallunatédoscares dice:

    Lo necesitaba. Ya me disponía a buscar qué hacer para satisfacerlo a él… Cambio la perspectiva:)

  3. claudio dice:

    me encanta todo

  4. marcita dice:

    ufffff que peso me quitaste de encima …. mil gracias

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